Gertrudis Gómez de Avellaneda (Camagüey, Cuba, 1814-Madrid, 1873)[esp-cub], _Poesías de la señorita..._ (1841), «Amor y orgullo»
Un tiempo hollaba por alfombras rosas;
y nobles vates, de mentidas diosas
mas yo, altanera, con orgullo vano,
cual águila real a vil gusano,
contemplaba a los hombres.
Mi pensamiento ¿en temerario vuelo?
ardiente osaba demandar al cielo
y si a la tierra con desdén volvía
triste mirada, mi soberbia impía
Tal vez por un momento caprichosa
entre ellas revolé, cual mariposa,
pues de místico bien siempre anhelante,
clamaba en vano, como tierno infante
Hoy, despeñada de la excelsa cumbre
do osé mirar del sol la ardiente lumbre
cual hoja seca al raudo torbellino,
cedo al poder del áspero destino...
¡Me entrego a sus antojos!
Cobarde corazón, que el nudo estrecho
gimiendo sufres, dime: ¿qué se ha hecho
¿Qué mágico poder, en tal bajeza
trocando ya tu indómita fiereza,
¡Mísero esclavo de tirano dueño,
tu gloria fue cual mentiroso sueño,
que con las sombras huye!
Di, ¿qué se hicieron ilusiones tantas
de necia vanidad, débiles plantas
En hora infausta a mi feliz reposo,
¿no dijiste, soberbio y orgulloso:
¡Con mi solo poder haré, si quiero,
mudar de rumbo al céfiro ligero
¡Funesta ceguedad! ¡Delirio insano!
Te gritó la razón... Mas ¡cuán en vano
te advirtió tu locura!...
¡Tú mismo te forjaste la cadena,
que a servidumbre eterna te condena,
Los lazos caprichosos que otros días
?por pasatiempo? a tu placer tejías,
los que ahora rinden tu valor primero,
son eslabones de pesado acero,
¿Qué esperaste, ¡ay de ti!, de un pecho helado
de inmenso orgullo y presunción hinchado,
Tú ?que anhelabas tan sublime objeto?
¿cómo al capricho de un mortal sujeto
¿Con qué velo tu amor cubrió mis ojos,
que por flores tomé duros abrojos,
¡Del torpe engaño mis rivales ríen,
y mis amantes, ay, tal vez se engríen
¿Y tú lo sufres, corazón cobarde?
¿Y de tu servidumbre haciendo alarde
el sello del amor que te devora?...
¡Ah! Velo, pues, y búrlese en buen hora
¡Salga del pecho ?requemando el labio?
el caro nombre de mi orgullo agravio,
¿Escrito no le ves en las estrellas
y en la luna apacible que con ellas
¿No le oyes, de las auras al murmullo?
¿No le pronuncia en gemidor arrullo
¿No resuena en los árboles, que el viento
halaga con pausado movimiento
De aquella fuente entre las claras linfas,
¿no le articulan invisibles ninfas
¿Por qué callar el nombre que te inflama,
si aún el silencio tiene voz, que aclama
ese nombre que quiero?...
Nombre que un alma lleva por despojo;
nombre que excita con placer enojo,
nombre más dulce que el primer cariño
de joven madre al inocente niño,
y más amargo que el adiós postrero
que al suelo damos, donde el sol primero
nombre que halaga y halagando mata;
nombre que hiere ?como sierpe ingrata?
¡No, no lo envíes, corazón, al labio!
¡Guarda tu mengua con silencio sabio!
¡Guarda, guarda tu mengua!
¡Callad también vosotras, auras, fuente,
trémulas hojas, tórtola doliente,
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