viernes, 26 de febrero de 2010

Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1580-Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645)[esp], _El Parnaso español_ (1648), Erato. Musa IV. Soneto «Amor constante más allá de la muerte» [Cerrar podrá mis ojos...]


AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

     Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
 
     más no, de esotra parte en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
 
     Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
 
     su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, más tendrá sentido;
polvo serán, más polvo enamorado.

Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1580-Villanueva de los Infantes, 1645)[esp], _El Parnaso español_ (1648), Polimnia. Musa II. Soneto, «Salmo XVIII. «Miré los muros de la patria mía»


ENSEÑA CÓMO TODAS LAS COSAS AVISAN DE LA MUERTE

Miré los muros de la patría mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el sol bebía
los orroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó la luz del día.

Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte;

vencida de la edad sentí mi espada.
Y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

Luis de Góngora y Argote (Córdoba, 1561-Córdoba, 1627)[esp], «Mientras por competir con tu cabello»


     Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
 
     mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que el clavel temprano,
y mientras triunfas con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,
 
     goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
 
     no solo en plata o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

San Juan de la Cruz (Fontiveros, Ávila, 1542-Úbeda, Jaén, 1591)[esp], _Cántico espiritual_ (1578)


(Esposa)
 1. 
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huíste,
habiéndome herido,
salí tras ti clamando, y ya eras ido.
 
2.
Pastores los que fuerdes
allá por las majadasal otero:
si por ventura vierdes
aquel que yo, más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
 
3. 
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras
y pasaré los fuertes y fronteras.
 
(Pregunta a las criaturas)
4. 
¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado,
oh prado de verduras,
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado!
 
(Respuesta de las criaturas)
5. 
Mil gracias derramando,
pasó por estos sotos con presura,
y, yéndolos mirando
con sola su figura,
vestidos los dejó de su hermosura.
 
(Esposa)
6. 
¡Ay, quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero,
no quieras enviarme
de hoy más ya de mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.

7. 
Y todos quantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo. 

 8.
Mas, ¿cómo perseveras,
¡o vida!, no viviendo donde vives,
y haziendo porque mueras
las flechas que recives
de lo que del Amado en ti concives?

 9.
¿Por qué, pues as llagado
aqueste coraçón, no le sanaste?
Y, pues me le as robado,
¿por qué assí le dexaste,
y no tomas el robo que robaste?

 10.
Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshazellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y sólo para ti quiero tenellos.

 11.
Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.

 12.
¡O cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibuxados!
 
 13.
¡Apártalos, Amado,
que voy de buelo!.
                                       
(Esposo)
 
                                 Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al aire de tu buelo, y fresco toma.


(Esposa)

 14.
Mi Amado las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas estrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los ayres amorosos,

 15.
La noche sosegada
en par de los levantes del aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.
 
 16.
Caçadnos las raposas,
questá ya florescida nuestra viña,
en tanto que de rosas
hazemos una piña,
y no parezca nadie en la montiña.

 17
Detente, cierzo muerto;
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.

 18.
¡Oh ninfas de Judea!,
en tanto que en las flores y rosales
el ámbar perfumea,
morá en los arrabales,
y no queráis tocar nuestros humbrales.

19. 
Escóndete, Carillo,
y mira con tu haz a las montañas,
y no quieras dezillo;
mas mira las compañas
de la que va por ínsulas estrañas.


(Esposo)

20.
A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas,
aguas, ayres, ardores,
y miedos de las noches veladores:
 
21.
Por las amenas liras
y canto de sirenas os conjuro
que cessen vuestras yras,
y no toquéis al muro,
porque la esposa duerma más siguro.

 22.
Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto desseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces braços del Amado.

 23.
Debajo del mançano,
allí conmigo fuiste desposada;
allí te di la mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera violada.

 (Esposa)

24. 
Nuestro lecho florido,
de cuevas de leones enlazado,
en púrpura tendido,
de paz edifficado,
de mil escudos de oro coronado.

 25.
A zaga de tu huella
las jóvenes discurren al camino,
al toque de centella,
al adobado vino,
emissiones de bálsamo divino.

 26.
En la interior bodega
de mi Amado beví, y, quando salía
por toda aquesta bega,
ya cosa no sabía,
y el ganado perdí que antes seguía.

 27.
Allí me dio su pecho,
allí me enseñó sciencia muy sabrosa,
y yo le di de hecho
a mí, sin dexar cosa;
allí le prometí de ser su esposa.

 28.
Mi alma se a empleado,
y todo mi caudal, en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro officio,
que ya sólo en amar es mi exercicio.

 29.
Pues ya si en el egido
de oy más no fuere vista ni hallada,
diréis que me e perdido,
que, andando enamorada,
me hice perdediza y fui ganada.

 30.
De flores y esmeraldas,
en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guinaldas,
en tu amor florescidas
y en un cabello mío entretexidas.

 31.
En solo aquel cabello
que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello
y en él presso quedaste,
y en uno de mis ojos te llagaste.

 32.
Quando tú me miravas,
su gracia en mí tus ojos imprimían;
por esso me adamavas,
y en esso merecían
los míos adorarlo que en ti vían.

 33.
No quieras despreciarme,
que si color moreno en mí hallaste,
ya bien puedes mirarme,
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dexaste.

 34.
La blanca palomica
al arca con el ramo se a tornado,
y ya la tortolica
al socio desseado
en las riberas verdes a hallado.

 35.
En soledad vivía,
y en soledad a puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido.

(Esposa)

 36.
Gozémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte y al collado,
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.

 37.
Y luego a las subidas
cabernas de la piedra nos iremos
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos,
y el mosto de granadas gustaremos.

 38.
Allí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías
allí tú, vida mía,
aquello que me diste el otro día.

 39.
El aspirar de el ayre,
el canto de la dulce filomena,
el soto y su donayre
en la noche serena,
con llama que consume y no da pena.

 40.
Que nadie lo mirava,
Aminadab tampoco parescía,
y el cerco sosegava,
y la cavallería
a vista de las aguas descendía.
 

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