Luchando,
cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del
abismo, estoy clamando
a Dios. Y su
silencio, retumbando,
ahoga mi voz
en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he
de morir, quiero tenerte
despierto. Y,
noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz.
Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando
sombras para verte.
Alzo la mano,
y tú me la cercenas.
Abro los ojos:
me los sajas vivos.
Sed tengo, y
sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos
llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!