La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro;
y en un vaso olvidada se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y, vestido de rojo, piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las Islas de las Rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?
¡Ay! La pobre princesa de la boca de rosa,
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de Mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte;
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real,
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(La princesa está pálida. La princesa está triste)
más brillante que el alba, más hermoso que Abril!
-¡Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-,
en caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor!
viernes, 26 de marzo de 2010
Manuel Machado Ruiz (1874-1947)[esp], «Adelfos»
Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron
-soy de la raza mora, vieja amiga del Sol-,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el alma de nardo del árabe español.
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
De cuando en cuando, un beso y un nombre de mujer.
En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...;
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.
Besos, ¡pero no darlos! Gloria.... ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
¡Que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a elegir!
¡Ambición! No la tengo. ¡Amor! No lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce, ni adoro la virtud.
De mi alta aristocracia, dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón...
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.
Nada os pido. Ni os amo, ni os odio. Con dejarme,
lo que hago por vosotros hacer podéis por mí...
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir! ...
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!
-soy de la raza mora, vieja amiga del Sol-,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el alma de nardo del árabe español.
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
De cuando en cuando, un beso y un nombre de mujer.
En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...;
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.
Besos, ¡pero no darlos! Gloria.... ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
¡Que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a elegir!
¡Ambición! No la tengo. ¡Amor! No lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce, ni adoro la virtud.
De mi alta aristocracia, dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón...
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.
Nada os pido. Ni os amo, ni os odio. Con dejarme,
lo que hago por vosotros hacer podéis por mí...
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir! ...
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!
Manuel Machado Ruiz (1874-1947)[esp], «Castilla»
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
- polvo, sudor y hierro -, el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas, el postigo
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca
en el umbral. Es toda
ojos azules; y en los ojos, lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
- ¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El Cielo os colme de venturas...
En nuestro mal, ioh Cid!, no ganáis nada.
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: «¡En marcha!»
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
- polvo, sudor y hierro - el Cid cabalga.
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
- polvo, sudor y hierro -, el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas, el postigo
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca
en el umbral. Es toda
ojos azules; y en los ojos, lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
- ¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El Cielo os colme de venturas...
En nuestro mal, ioh Cid!, no ganáis nada.
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: «¡En marcha!»
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
- polvo, sudor y hierro - el Cid cabalga.
Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1881-San Juan de Puerto Rico, 1958)[esp], «Doraba la luna el río»
Doraba la luna el río-¡fresco de la madrugada!-Por el mar venían olasteñidas de luz de alba.
El campo débil y tristese iba alumbrando. Quedabael canto roto de un grillo,la queja oscura de un agua.
Huía el viento a su gruta,el horror a su cabaña;en el verde de los pinosse iban abriendo las alas.
Las estrellas se morían,se rosaba la montaña;allá en el pozo del huerto,la golondrina cantaba.
Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1881-San Juan de Puerto Rico,1958)[esp], «Tristeza dulce del campo...»
Tristeza dulce del campo.La tarde viene cayendo.De las praderas segadasllega un suave olor a heno.
Los pinares se han dormido.Sobre la colina, el cieloes tiernamente violeta.Canta un ruiseñor despierto.
Vengo detrás de una coplaque había por el sendero,copla de llanto, aromadacon el olor de este tiempo;
copla que iba llorandono sé qué cariño muerto,de otras tardes de setiembreque olieron también a heno.
Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1881-San Juan de Puerto Rico, 1958)[esp], «Vigilia»
Todas las noches vienes a mi sueño,para decirme dulce y quedamente.que mi empeño en echarte de mi frente,como a una maldición, es vano empeño.
Las torres que conquisto en el risueñodía para el olvido, en la dolientenoche las voy perdiendo, nuevamente...¡Despierto esclavo si me dormí dueño!
Velo al sol, y a la luna, desvelado,aguardo ansioso a que la sombra caigay asuste tu visión la amanecida.
El dormir, ¡ay de mí!, se me ha olvidado:de día porque el sueño no te traiga;por la noche, esperando tu partida.
Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1881-San Juan de Puerto Rico, 1958)[esp], _Eternidades_ (1918), «Vino, primero, pura...»
Vino, primero, pura,vestida de inocencia.Y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendode no sé qué ropajes.Y la fui odiando, sin saberlo.
Llegó a ser una reina,fastuosa de tesoros...¡Qué iracundia de hiel y sin sentido!
...Mas se fue desnudando.Y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica,de inocencia antigua.Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnicay apareció desnuda toda...¡Oh pasión de mi vida, poesíadesnuda, mía para siempre!
Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1881-San Juan de Puerto Rico, 1958)[esp], «Moguer»
Anochecido, grandes nubes ahogan el pueblo.Los faroles están tristes y soñolientos,y la luna amarilla camina, entre aguas y viento.Viene un olor a campo mojado. Algún lucerosurge, verdoso, tras un campanario viejo...El coche de las siete pasa... Ladran los perros...Al salir al camino, se siente el rostro llenode luna fría... Sobre el blanco cementerio,en la colina, lloran los altos pinos negros.
Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1881-San Juan de Puerto Rico, 1958)[esp], _Sonetos espirituales (1914-1915)_, «Octubre»-«Estaba echado yo en la tierra, enfrente...»
Estaba echado yo en la tierra, enfrentedel infinito campo de Castilla,que el otoño envolvía en la amarilladulzura de su claro sol poniente.
Lento el arado, paralelamenteabría el haza oscura, y la sencillamano abierta dejaba la semillaen su entraña partida honradamente.
Pensé arrancarme el corazón, y echarlo,pleno de su sentir alto y profundo,al ancho surco del terruño tierno;
a ver si con romperlo y con sembrarlo,la primavera le mostraba al mundoel árbol puro del amor eterno.
Antonio Machado Ruiz (Sevilla, 1875-Collioure, Francia, 1939)[esp], _Soledades, galerías y otros poemas_ (1907), “Soledades”, «Orillas del Duero»
Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.Girando en torno a la torre y al caserón solitario,ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.Es una tibia mañana.El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.Pasados los verdes pinos,casi azules, primaverase ve brotar en los finoschopos de la carreteray del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.El campo parece, más que joven, adolescente.Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido,azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,y mística primavera!¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,espuma de la montañaante la azul lejanía,sol del día, claro día!¡Hermosa tierra de España!.
Antonio Machado Ruiz (Sevilla, 1875-Collioure, Francia, 1939)[esp], _Campos de Castilla_ (1917), “Proverbios y cantares” XXIX, «Caminante son tus huellas...»
Caminante son tus huellasel camino y nada más;caminante, no hay camino,se hace camino al andar.Al andar se hace camino,y al volver la vista atrásse ve la senda que nuncase ha de volver a pisar.Caminante, no hay camino,sino estelas en la mar.
Antonio Machado Ruiz (Sevilla, 1875-Collioure, Francia, 1939)[esp], _Campos de Castilla_ (1917), «La saeta»
¿Quién me presta una escalera,para subir al madero,para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
SAETA POPULAR
¡Oh, la saeta, al cantaral Cristo de los gitanos,siempre con sangre en las manos,siempre por desenclavar!Cantar del pueblo andaluz,que todas las primaverasanda pidiendo escaleraspara subir a la cruz.Cantar de la tierra mía,que echa floresal Jesús de la agonía,y es la fe de mis mayores.¡Oh, no eres tú mi cantar!¡No puedo cantar ni quieroa ese Jesús del madero,sino al que anduvo en la mar!
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