Reclinado sobre el suelocon lenta, amarga agonía,pensando en el triste díaque pronto amanecerá,en silencio gime el reoy el fatal momento esperaen que el sol, por vez postrera,en su frente lucirá.
Un altar y un crucifijoy la enlutada capilla,lánguida vela amarillatiñe en su luz funeral;y junto al mísero reo,medio encubierto el semblante,se oye al fraile agonizanteen son confuso rezar.
El rostro levanta el tristey abre los ojos al cielo;tal vez eleva en su duelola súplica de la piedad.¡Una lágrima! ¿Es acasode temor o de amargura?¡Ay, a aumentar su tristuravino un recuerdo quizá!
Es un joven, y la vida,llena de sueños de oro,pasó ya, cuando aún el llorode la niñez no enjugó;el recuerdo es de la infancia,¡y su madre que le llora,para morir así ahoracon tanto amor le crió!
Y a par que sin esperanzave ya la muerte en acecho,su corazón en el pechosiente con fuerza latir,al tiempo que mira al fraileque en paz ya duerme a su lado,y que, ya viejo postrado,le habrá de sobrevivir.
Mas ¿qué rumor a deshorarompe el silencio? Resuenauna alegre cantilenay una guitarra a la par,y gritos, y de botellasque se chocan el sonido,y el amoroso estallidode los besos y el danzar.Y también pronto, en son triste,lúgubre voz sonará:
¡Para hacer bien por el almadel que van a ajusticiar!
Y la voz de los borrachos,y sus brindis y quimeras,y el cantar de las rameras,y el desorden bacanalen la lúgubre capillapenetran, y carcajadas,cual de lejos arrojadasde la mansión infernal.Y también pronto, en son triste,lúgubre voz sonará:
¡Para hacer bien por el almadel que van a ajusticiar!
¡Maldición! Al eco infausto,el sentenciado maldijola madre que, como a su hijo,a sus pechos le crió;y maldijo el mundo todo,maldijo su suerte impía,maldijo al aciago díay la hora en que nació.
II
Serena la lunaalumbra en el cielo,domina en el sueloprofunda quietud;ni voces se escuchan,ni ronco ladrido,ni tierno quejidode amante laúd.
Madrid yace envuelto en sueño,todo al silencio convida,y el hombre duerme y no cuidadel hombre que va a espirar;si tal vez piensa en mañana,ni una vez piensa siquieraen el mísero que esperapara morir, despertar:que sin pena ni cuidadolos hombres oyen gritar:
¡Para hacer bien por el almadel que van a ajusticiar!
¡Y el juez también en su lechoduerme en paz! ¡y su dineroel verdugo, placentero,entre sueños cuenta ya!tan sólo rompe el silencioen la sangrienta plazuelael hombre del mal que velaun cadalso a levantar.* * *Loca y confusa la encendida mente,sueños de angustia y fiebre y devaneo,el alma envuelven del confuso reo,que inclina al pecho la abatida frente.
Y en sueñosconfundela muerte,la vida:recuerday olvida,suspira,respiracon hórrido afán.
Y en un mundo de tinieblasvaga y siente miedo y frío,y en su horrible desvaríopalpa en su cuello el dogal:y cuanto más forcejea,cuanto más lucha y porfía,tanto más en su agoníaaprieta el nudo fatal.Y oye ruido, voces, gentes,y aquella voz que dirá:
¡Para hacer bien por el almadel que van a ajusticiar!
O ya libre se contempla,y el aire puro respira,y oye de amor que suspirala mujer que a un tiempo amó,bella y dulce cual solía,tierna flor de primavera,el amor de la praderaque el abril galán mimó.
Y gozoso a verla vuela,y alcanzarla intenta en vano,que al tender la ansiosa manosu esperanza a realizar,su ilusión la desvanecede repente el sueño impío,y halla un cuerpo mudo y fríoy un cadalso en su lugar:y oye a su lado en son tristelúgubre voz resonar:
¡Para hacer bien por el almadel que van a ajusticiar!
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